Espacios del arte
Porque siempre resuenan numerosas manifestaciones sonoras aunque sean espaciadas, tenues y lejanas, el grado cero del sonido no existe en la naturaleza. De modo que si el silencio no es la ausencia de sonoridad ni el lugar donde no hay vibración alguna o donde nada se oye, ¿a qué nos referimos cuando hablamos del silencio?
Asociado al vacío, a la ausencia, a la soledad, a la pausa, al mutismo, a un secreto a la intimidad o a ese camino que conduce hacia el interior de uno mismo cuando el individuo se quiere aislar del mundo o comunicarle al adoptar esta actitud algo referente a su compleja subjetividad, el silencio es, como el espacio en blanco de una poesía, un respiro elocuente entre las palabras donde aparece. Es decir, una modalidad del sonido tan cargada de significado como decisiva es su participación en la elaboración de una conversación, eficaz su capacidad para inundar un lugar o necesaria su existencia para entender al otro y a nosotros mismos.
Partiendo de la relación que existe entre el silencio y el lenguaje y de la forma abrumadora en la que el primero invade un espacio y lo mantiene suspendido entre las lindes de una voz interior, la propuesta que Montserrat Soto (Barcelona, 1961) ha concebido para el claustro del CASM es un enclave de silencio propicio para recogimiento personal, lícito para la búsqueda de reposo y determinado por un tiempo que transcurre sin prisa y al paso que marca el ser humano. Un espacio de creación ubicado en los aledaños de un universo sonoro apacible y donde el espectador, instado a penetrar en él como si lo hiciera en una habitación oscura, pasará de no ver nada ni de sentir un alma a percibir progresivamente la densidad del silencio entre el habla y la pausa de un creador en la incesante estructuración y reestructuración de sus pensamientos en el seno de un espacio tratado por la artista como si se tratara de una hoja en blanco abierta al tránsito de un actor y al trazo de su voz quebrada y pensativa.
Relacionada con esa vertiente de la obra de Montserrat Soto centrada en la creación de espacios de contemplación en los que la resonancia entre uno mismo y el mundo no sólo se interpreta como una invitación a la calma sino también como al descubrimiento del otro y nuestro en torno a partir de lo que hay de personal en la mirada de un individuo, Lugar de silencios es una obra creada por esta artista en colaboración del poeta y artista Dionisio Cañas (Tomelloso, 1949) y confeccionada con la imagen y la palabra que ambos creadores han tejido para cubrirlo de silencio.
Formada por siete retro-proyecciones en video ubicadas en la parte central del claustro y describiendo entre todas ellas una suerte de espacio de tránsito como el que sugiere la arquitectura original del centro, Lugar de silencios es una obra donde la pausa no es un vacío sino el espacio que existe entre el suspiro de las palabras. Un espacio por el que circular siguiendo la letanía de una voz, las fluctuantes sombras de un paseante dubitativo, el susurro de un silencio escondido tras la espesura de un ser o ese camino que lleva hacia el núcleo de uno mismo en el cual nos sumergimos cuando nos impele un deseo.
Por bien que, lejos de sus obvias connotaciones espirituales y místicas, esta obra de Soto respira una serena contención lo que la artista nos brinda a través de esta propuesta es conocer en primera persona el proceso de una reflexión muy personal en torno al espacio donde el artista se sumerge durante la elaboración de su obra y la creación de su discurso. Es por ello por lo que además de dejarse llevar por lo que la apariencia nos desvela, es conveniente acometer su obra parando el reloj y disfrutando de lo que tenemos: el tiempo para vivir y morir conociéndonos.
Frederic Montornés i Dalmau © 2007